Carlos Sánchez Avendaño

Discurso de ingreso

EL ESPAÑOL DE LAS POBLACIONES INDÍGENAS DE COSTA RICA:

HACIA LA COMPRENSIÓN DE SU ESPECIFICIDAD1

Carlos Sánchez Avendaño

Gracias a su generosa y honrosa decisión de esta corporación, me corresponde ocupar la silla «L», que para mi gran regocijo es la letra inicial en español de conceptos claves en mi vida profesional y personal: lenguaje, lengua, lingüística, literatura, libro. Es, además, la silla que han ocupado figuras tan señeras para nuestro país como Luis Demetrio Tinoco y Daniel Gallegos Troyo, lo cual me llena de orgullo. Soy hispanista de formación inicial y el idioma español en Costa Rica ha sido objeto de mi interés profesional desde mis años de estudiante, pero gracias a mi formación posterior en lingüística y a que me crie universitariamente en un entorno en el que se respiraba pasión por las lenguas de los pueblos indígenas de Costa Rica, desde temprano también me vi seducido por ese otro universo lingüístico. Como es natural, esa pasión emanaba de un grupo de apasionados, quienes fueron mis profesores y mentores.

Dos de esos mentores pertenecieron a esta distinguida corporación y sus voces eruditas nunca han dejado de resonar en mi memoria. Quisiera recordar, entonces, a esos dos pilares intelectuales como lo fueron don Adolfo Constenla Umaña y don Enrique Margery Peña. Para mi dicha, otros dos de esos profesores ocupan una silla en la actualidad: doña Carla Jara Murillo y don Mario Portilla Chaves. Y otro de sus miembros nunca fue formalmente mi profesor, pero ha sido todo un maestro y amigo: don Miguel Ángel Quesada Pacheco. Como yo, todos ellos se han interesado tanto por el idioma español como por las lenguas indígenas; han sido hispanistas y chibchistas en igual medida. Me une a ellos esta aparente doble labor académica, que en realidad no es tal: no está bifurcada, no está reñida una con la otra. Todo forma parte de un mismo complejo, una misma dinámica. Con el propósito de entender la una, conviene ocuparse también de la otra. Por esa razón, hoy parecerá que hablaré de una (el español), pero en realidad aludiré a ambas, inexorablemente unidas en mi vida académica.

La incorporación del español al repertorio lingüístico de las comunidades indígenas de Costa Rica

En un reportaje sobre la región de Talamanca, aparecido en 1970, el periodista Miguel Salguero no ocultó su asombro, mas no porque los indígenas talamanqueños hablaran sus lenguas ancestrales, sino sobre todo debido a que muchos no dominaban el idioma español: uno de ellos lo habla «bastante enredado»; otros «no lo entienden del todo», afirmó al pie de una fotografía. Textualmente escribió: «Hoy día, aunque parezca increíble, se da el caso de que muchos de estos auténticos costarricenses, los más auténticos, no hablan español»2. Diecisiete años antes, a propósito de su gira a la región de Chirripó, el funcionario gubernamental Mario Madrigal también había manifestado su sorpresa de que con «un genuino costarricense» hubiera que «entenderse por señas por hablar otro idioma», como le ocurrió al conversar con un indígena que, según sus palabras, «hablaba un español primitivo» y con otro que solo hablaba «su lengua indígena»3.

Como se ve, pese a que se concibe a estas personas como los «genuinos», los «auténticos» pobladores del territorio, e incluso se les asigna la identidad nacional costarricense por antonomasia —aunque ello sea anacrónico, por decir poco—, ocurre algo muy extraño, casi inexplicable desde esta perspectiva: no hablan el idioma nacional o lo hablan «enredado», «primitivo», «defectuoso», con «enrevesados barbarismos». En pleno siglo xx, todavía llamaba mucho la atención su español…o su «no español». Por lo demás, el hecho de que hablaran otras lenguas no dejaba de imaginarse como un problema. Así lo planteó, por ejemplo, el maestro Tito Acosta en 1953, cuando comentaba que los estudiantes de primer ingreso a la escuela «llegan hablando dialecto y pensando en dialecto y a veces ni en dialecto»4. No exageraba Acosta sobre el monolingüismo de muchos de esos niños en sus lenguas ancestrales para mediados del siglo xx, situación que habría sido común al menos en los poblados bribris, cabécares y malecus. Por el contrario, la inmensa mayoría de los niños bruncas y brorán (térrabas) para entonces con toda probabilidad mostraban escasa competencia en las lenguas originarias de sus comunidades y muy posiblemente eran ya todos hablantes de español, como ocurría con chorotegas y huetares desde hacía mucho tiempo5.

La concepción de que las lenguas indígenas constituían un obstáculo fundamental en el proceso educativo contribuyó a crear una actitud desfavorable hacia el bilingüismo español-lengua ancestral y es responsable de que se viera en las lenguas originarias un escollo insalvable en el proceso de adquisición del español: se las culpó de los problemas de rendimiento académico, del fracaso escolar, de la deserción estudiantil. Como consecuencia, se las tomó como la causa de la desigualdad de oportunidades educativas y laborales de las poblaciones indígenas, así como de su escasa integración en la vida nacional.

Considerado en retrospectiva, el problema consistió, en gran medida, en no comprender que el español no constituía la lengua materna de muchos de esos niños y que, por tanto, debía enseñarse como segundo idioma de manera programada, paso previo indispensable para tratar contenidos curriculares que de todas maneras resultaban ajenos a la experiencia de vida en las comunidades. Se consideró que «hablar y pensar» en las lenguas de los respectivos pueblos dificultaba entender los contenidos académicos que se impartían en la escuela. Y la competencia lingüística en español se confundió con capacidad cognitiva. El siguiente relato de una mujer malecu resulta esclarecedor:

Mi papá todo el tiempo me hablaba en malecu y venía yo aprendiendo así, o sea en malecu. Diay, a mí me decían que el abecedario aquí, abecedario allá…ni la a ni la e ni la i ni la u la podía pronunciar. Yo no podía pronunciar [el español], hasta que, bueno, en el kínder más o menos me aprendí un poco…más o menos…pero no mucho, y después este, diay, tuve que quedarme varias veces en primer grado y yo creo que dos veces en sexto grado, porque no no. O sea, no es porque no sabía lo que [enseñaban], sino el problema era que el español…ese era el problema…el español6.

Como parte del complejo proceso de adaptación a las nuevas circunstancias de vida que han experimentado las comunidades indígenas a lo largo de varios siglos, el desplazamiento de sus lenguas comenzó su extenso pero imparable andar y se ha profundizado en los últimos decenios. Ahora, más niños ingresan a la escuela con cada vez menos competencia en el idioma de sus antepasados. La extensión del español y el repliegue de las lenguas indígenas han constituido las dos caras de la moneda: en estos procesos de bilingüismo sustractivo, en una generación el repertorio se enriquece sumando el idioma español a la lengua de la respectiva comunidad, pero termina reduciéndose en las generaciones descendientes. Estas, poco a poco, van quedándose solo con el español. Dicho esto, debo subrayar que no estoy aquí para hablar de la pérdida de los idiomas de las poblaciones indígenas de Costa Rica, asunto del que me he ocupado en otras ocasiones. Hoy más bien he de referirme a sus variedades de español.

Aunque sea en un inicio a trompicones, a la fuerza o como mera estrategia adaptativa de sobrevivencia en un contexto de minorización; y pese a que desde los primeros tiempos su entrada haya implicado la salida paulatina de las lenguas indígenas al perder estas las funciones que cumplieron a cabalidad por generaciones; aunque este reemplazo se vincule con procesos de hegemonía, lo cierto es que el idioma español ha venido incorporándose al repertorio lingüístico de las poblaciones amerindias del actual territorio de Costa Rica desde el siglo xvi. En el presente, resulta un hecho que muchas personas de las comunidades indígenas del país son bilingües, que el español es lengua materna y lengua de comunicación cotidiana de muchas de ellas, y que a menudo incluso es el único idioma en el que numerosos individuos pueden interactuar con soltura y a partir del cual conceptualizan el mundo. Es, además, la lengua común entre todos, en la que, por ejemplo, se comunican un bribri y un malecu entre sí.

Negar esta realidad no contribuye a la promoción de los idiomas indígenas. Antes bien, perpetúa la infravaloración de las personas y de su capital lingüístico y cultural, como le ocurre a un amigo bribri, bilingüe equilibrado, quien en más de una ocasión me ha afirmado con total convencimiento que él no habla bien español. ¡Y sí que lo habla y muy bien! Pero aprendió a creer que no es así.

La exclusión de las variedades de español habladas por las poblaciones indígenas como parte del «español de Costa Rica»

Sobre el reducido aporte de las lenguas de las poblaciones indígenas locales en el español «general» costarricense ya han escrito con mucho mayor conocimiento insignes lingüistas de esta corporación7. No falta quien haya insistido en que nuestras variedades de español costarricense no les deben nada a esos idiomas. Por ejemplo, en su discurso de incorporación en 1957, Hernán Zamora Elizondo subrayaba: «El léxico de las lenguas de las tribus indígenas de Costa Rica no ha dejado rastro digno de tomarse en cuenta en la historia de nuestro español, ni el fonetismo de esos idiomas ha influido en nada nuestra pronunciación»8. Desde luego, tal exigua presencia de las lenguas indoamericanas locales en las variedades del español costarricense no es tan solo una convicción de antaño, sino también una constatación basada en trabajo de campo y sistematización rigurosa de datos dialectales: las pruebas apuntan sobre todo al aporte de palabras de posible origen huetar9.

Ante este panorama, interesa discutir en este momento cómo se ha procedido a partir de reconocer este hecho. Yo diría que oscilamos, en general, entre dos extremos. Por un lado, se hallan esfuerzos apasionados en la actualidad por afirmar que sí se encuentra una «herencia» indígena en nuestro español, así sea con escaso asidero científico. A este respecto, como en otros temas, la constante consiste en centrar el interés en «lo indígena» como constitutivo de la identidad costarricense general. Prima, entonces, en el fondo, la necesidad de hallar a toda costa evidencias de la contribución indígena más allá del mestizaje genético. A modo de ejemplo, recordemos la ingeniosa atribución de origen huetar al nombre de nuestro país. No me detendré en este asunto, pues ya Miguel Ángel Quesada Pacheco argumentó ampliamente en torno a él10. Indicaré, no obstante, que flaco favor le hacemos a la idea de país multiétnico y plurilingüe que tanto se pregona ahora si tan solo, o principalmente, le otorgamos valor a «lo indígena» en el tanto forme parte del patrimonio lingüístico y cultural del grupo hispanocostarricense.

Por otro lado, la certidumbre de que el reducido «rastro» de las lenguas indígenas locales no caracteriza las variedades de español habladas por el grupo hispanocostarricense ha llevado a no reconocerles su lugar a las variedades de español propias de estas comunidades dentro del conjunto de esa construcción abstracta que se ha dado en llamar «el español de Costa Rica», que, conforme a Carla Jara Murillo, «se trata de un concepto fundamentado en la noción de nacionalidad costarricense»11, de manejo popular, pero habitual en los textos filológicos y lingüísticos especializados.

Se ha dado la consideración de que el español que hablan esas poblaciones es «algo» aparte: un español de personas bilingües, un español como segunda lengua o, en el peor de los casos, un español «imperfecto», no adquirido ni desarrollado por completo, pero en todo caso «algo» que pareciera no concebirse como parte del entramado de variedades lingüísticas que conforman «el español de Costa Rica», al lado de otras categorías como el español de Guanacaste, el español del Valle Central, el habla campesina y el habla popular. En las descripciones globales del «español de Costa Rica», este posicionamiento es evidente. Por ejemplo, en El español de Costa Rica, Arturo Agüero se excusa de no referirse a los fenómenos propios de determinadas poblaciones en estos términos:

Tampoco se indicará el voseo de la población negra, ni de la indígena, porque ambas son bilingües y pequeñas, sobre todo la segunda. En realidad, la lengua materna de los negros, asentados en la provincia de Limón, es «su» inglés, mientras que el castellano lo aprenden a medias en la calle, defectuosamente. Lo mismo sucede respecto de los indios: su lengua materna es la aborigen, y aprenden el español al relacionarse con los blancos. Por estos motivos tanto los negros como los indios (poblaciones exiguas), en general no llegan a dominar bien la lengua española, salvo raras excepciones12.

Está claro: eran otros los tiempos, otros los paradigmas lingüísticos, otras las ideologías y otras las sensibilidades. Siempre resulta peligroso examinar con dedo acusador presto a levantarse, desde nuestro sistema de valores y con cierto aire de superioridad moral e intelectual, a quienes nos antecedieron. Sin embargo, no carece de interés examinar cómo justifica Agüero, para su momento histórico, que ciertas variedades del español no constituyan materia de su libro. El pasaje no deja lugar a dudas: el bilingüismo se enuncia explícitamente como motivo para no tratar los fenómenos lingüísticos propios de una población con este atributo como parte de una descripción del «español de Costa Rica», particularmente si esta se considera demográficamente reducida. Agüero parte de la tesis de que entre las poblaciones indígenas y afrodescendientes de Costa Rica el español es una segunda lengua adquirida de modo imperfecto. Al no tratarse de una variedad «nativa» consolidada, no tendría cabida en un estudio que versa acerca de las variedades representativas del español del país.

A este respecto —para ser justos con el recordado filólogo—, habría que destacar que, si bien se publicó a finales de la primera década del siglo xxi, esa obra de Agüero se refiere a una realidad lingüística anterior: sistematiza observaciones de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo xx, cuando de hecho publicó versiones preliminares de su texto13. Para ese momento, muchas personas bribris, cabécares y malecus habrían adquirido el español como segunda lengua, en edad ya adulta muchas veces, por interacción ocasional con hispanohablantes, en un proceso denominado de adquisición incidental. Suponemos que a esas poblaciones aludía Agüero con los panetnónimos «indígena» e «indio», y no a los bruncas, brorán, huetares o chorotegas, cuyo español difícilmente podría conceptualizarse como segunda lengua para ese entonces. Solo podemos entender a cabalidad esta variopinta situación lingüística si consideramos las circunstancias sociohistóricas particulares de cada grupo indígena, de cada poblado, de cada familia y hasta de cada individuo.

El español hablado por las poblaciones indígenas de Costa Rica en el siglo xx: su representación estereotipada

Circunscribiéndonos al siglo xx, en las crónicas de viajes y notas periodísticas, aparte de comentarios acerca de si se hallaban personas indígenas con las que se pudiera establecer una comunicación en español y sobre la «calidad» de este, encontramos también algunos intentos de retratar el habla de los talamanqueños (bribris y cabécares, rara vez diferenciados en estos documentos) y de los malecus. Tratándose de textos compuestos en una época anterior a la extensión del español en estas comunidades, anterior también a la implantación generalizada del sistema escolar hispanizante14, se esperaría que encontrásemos en tales representaciones fenómenos propios de un idioma que se habla como resultado de un proceso de adquisición incidental en interacciones esporádicas.

Por ejemplo, la crónica de Pablo Solano15, sobre sus vivencias en la misión de los paulinos en Talamanca desde finales del siglo xix hasta avanzado el siguiente, nos representa precisamente esta situación de escaso o nulo manejo del español, al lado de un conocimiento incipiente en individuos que mantenían más vínculos con el mundo exterior y con la misión. Así, Solano recrea algunas breves conversaciones con individuos talamanqueños en las que participó o que presenció. Entre varios fenómenos, el español que se escuchaba en boca de estos se caracterizaría por el constante empleo de verbos en infinitivo en lugar de cualquier conjugación verbal (por ejemplo: «¿Vos qué ser16, hombre o mujer?»). Por su parte, el valenciano Joaquín Juliá17, en la crónica de su viaje por Talamanca en 1907, valora el español de las personas con las que interactuó como «estrambótico castellano» y «habla pintoresca». Entre las emisiones supuestamente literales que transcribe se encuentra un predominio de verbos en infinitivo. Además, Juliá consigna varias intervenciones de Antonio Saldaña, rey de Talamanca, a quien entrevista, aunque aduce no poder escribir toda la información con los rasgos propios del habla del rey: «barbarismos», «construcción muy anárquica», «enmarañada maleza de tanta palabra rara», «trasposiciones rebeldes á toda ley»18. De acuerdo con las intervenciones que supuestamente sí transcribe, el habla del rey Antonio se caracterizaría por numerosos verbos en infinitivo en alternancia con verbos conjugados, como se muestra en el siguiente fragmento:

Sukias soplar enfermos y curan siempre. En las mucho malas enfermedades, poner al fuego una grande piedra, muy grande así, y cuando estar roja le tiran agua y enfermo recibe tanto humo. Luego, en el río lo meten…Sukias decir que es bueno y sukias saben si enfermo ha de morirse, y ellos tienen piedras pequeñas que haciendo aire con hojas de sajinillo dicen la verdad…Y si indio dicen sukias que ha de morirse, dejarlo que se muera nosotros. Y entonces sólo sukia tocarlo puede. No le dan nadita más, y familia hacer chicha y prepara para baile comida19

En lo que atañe a los malecus, en crónicas de la primera mitad del siglo XX, se juzga su español como «defectuoso»20 y se consignan básicamente los mismos fenómenos apuntados para el español bribri. Amando Céspedes, en un texto publicado en 1923, reproduce la siguiente conversación en la que abundan los verbos en infinitivo:

—Por qué no querés a tu marido?

—El pejar mucho, hasta morir yo.

—Por qué es usted tan bruto?

—Permitita que te diga, dice Juan: yo pejar porque ella andar embramada con otro, Y mira: una vez saber ella yo no querer ella andar con otro, yo saber la casa. Voy con machete y encontrar al hombre. Yo soy ducado porque en San José yo prender ducación, pues solo rajar cabeza a hombre, pero no matar…porque soy ducado. Después yo traer mujer y pejar paliza; y otro día ella otra vez marchar con otros indios.

—Juan, lo vamos a meter al sepo por pegarle a una mujer.

—Está bien, dijo trompudo Juan: yo nacer muy bien con esta maña, yo vivir y morir con esta maña, yo no poder hacer otra cosa…porque estoy ducado con esta maña…”21

En lo concerniente a la literatura costarricense, en la de finales del siglo xix y la primera parte del xx se pretendió representar el habla coloquial de la población hispanocostarricense, particularmente la campesina, al menos en los textos de corte costumbrista y social-realista22, pero no así la de otros grupos como los indígenas, aunque estos aparezcan como personajes centrales. La excepción la constituirá Carlos Luis Fallas en Mamita Yunai, quien presuntamente retrata el habla de los indígenas talamanqueños, al lado del habla coloquial de los hispanocostarricenses, de los afrodescendientes y de los chinos de la región. En cuanto a lo gramatical, el español de los talamanqueños en Mamita Yunai se caracteriza en especial, nuevamente, por la alta presencia de verbos en infinitivo en lugar de las respectivas formas conjugadas, así como de verbos conjugados en tercera persona singular con sujetos pronominales de primera persona singular (por ejemplo: «Yo va más lejos y vuelve después»).

Llegados a este punto, cabría preguntarse: ¿son estos fenómenos lingüísticos meras representaciones estereotipadas del habla de bribris y malecus? ¿Estamos tan solo ante una manifestación de prejuicio lingüístico que lleva a que se «oiga» y se presente en consonancia una forma de hablar «desviante» o puede que, aunque estereotipada, se encuentre correspondencia con una variedad de español propia de una época en la que este era adquirido por las personas de estas poblaciones de modo incidental y simplificado como segunda lengua en interacciones esporádicas con hispanohablantes nativos? El análisis de algunos datos de habla real con los que contamos nos permite esbozar una respuesta. En la transcripción de fragmentos de entrevistas realizadas a Albino Mora23, de Amubre (Talamanca), nacido en 1926, además de una gran diversidad de fenómenos, aparecen verbos conjugados en tercera persona singular con sujetos pronominales y nominales de otras personas, por ejemplo: «Por eso gente blanco lo que nosotros habla ellos no entiende», «desde nuevo yo fue suquia»; pero únicamente un verbo en infinitivo en lugar de la correspondiente forma conjugada: «Allí por ese lado de Lari que usted conocer, nací y viví hasta los 10 años”».

Una cuantificación simple arroja los siguientes resultados: de 136 verbos en los que se esperaría la conjugación en tercera persona plural, 129 (el 94,85%) siguen esta pauta, frente a 7 (el 5,14%) en los que el sujeto es de tercera persona plural y el verbo aparece conjugado en tercera persona singular. Como se puede apreciar, el uso del verbo en infinitivo como rasgo predominante en las representaciones del habla de los talamanqueños no se verifica en los datos de este hablante, pero el empleo de la tercera persona singular en lugar de otras personas en la conjugación verbal está presente, aunque de modo proporcionalmente reducido con respecto a las formas con la concordancia normativa.

Es muy posible que el habla de Albino Mora corresponda a un estadio mucho más avanzado de adquisición que el que se intentó representar en las crónicas y los textos de literatura citados, dada su biografía y también debido a que las grabaciones fueron realizadas en la década de 1970, cuando el español habría estado ya más extendido en ciertas regiones de Talamanca. No obstante, podría ser que el abundante empleo de verbos en infinitivo constituya la parte más estereotipada de la representación del habla de las personas indígenas, incluso en sus estadios más incipientes de adquisición: estaba presente, pero se exageró su aparición, quizás porque corresponde al estereotipo usual de la forma como hablan español quienes han desarrollado escasa competencia lingüística en esta lengua.

Las muestras de fenómenos en el español hablado por los bribris que recoge Barbara Lininger a finales de la década de 1980 en Salitre y Cabagra24 confirman lo dicho. Lininger recogió la aparición de verbos en tercera persona singular con un sujeto pronominal o nominal de otra persona; por ejemplo: «Yo vive solo ahora», «Ocho chanchitos hace ocho días que nació», «Aquí nosotros tiene», pero no verbos en infinitivo en lugar de verbos conjugados. El mismo fenómeno ocurre en el discurso de personas malecus muy ancianas cuya habla mostraría el tipo de español más cercano a aquel que se representó en las fuentes mencionadas: frecuentes verbos en tercera persona singular («Nosotros es malecu», «Yo escucha, ellos sabe») y algunos pocos en infinitivo («Ya yo no andar monte»)25. Es probable que las primeras variedades adquisicionales26 de español se hayan caracterizado más por el predominio de verbos conjugados en tercera persona singular que por infinitivos. Así las cosas, de la excesiva presencia de infinitivos en el habla de bribris y malecus, en crónicas y en textos literarios, quizás se podría señalar lo mismo que argumentaba el lingüista George Phillip Krapp con respecto a la representación de los diversos dialectos del inglés en la literatura estadounidense: estamos ante una «convención elitista que utilizaba un habla exagerada y humorística para camuflar la condescendencia y la sátira»27.

Desde esta perspectiva, un dato extraído de la realidad se sobrerrepresenta como epítome de esa habla concebida como extraña, desviante, rudimentaria y primitiva. Se trata de la misma forma como se hace hablar español en películas, libros, caricaturas, programas de televisión y chistes a todos aquellos cuya cultura se infravalora, con la intención de crear un efecto de comicidad. Ello queda de manifiesto en la crónica de Amando Céspedes sobre los malecus. ¿Es casual acaso que Juliá sea tan insistente sobre el “pintoresco” español hablado por ni más ni menos que el rey de Talamanca?

Hacia la comprensión de la especificidad de las variedades de español habladas por las poblaciones indígenas de Costa Rica

A partir de la década de 1990 se cuenta con descripciones de las variedades de español habladas por diversas poblaciones indígenas de Costa Rica basadas en observaciones y corpus de habla real. Estos trabajos han posibilitado profundizar la comprensión de la naturaleza de los fenómenos. Algunos rasgos se vinculan con las oleadas de hispanohablantes que han llegado a habitar en cada zona (por ejemplo, campesinos del Valle Central o nicaragüenses). En este sentido, el español hablado por cada una de las poblaciones indígenas de alguna manera revela la historia de los asentamientos de grupos hispanohablantes en cada región, cual capas que se van superponiendo con cada migración y que nos ayudan a explicar algunas de las diferencias en el habla de las diversas generaciones. Incluso hay indicios de la historia del contacto y la hispanización mucho más antiguos en el caso de los bruncas, como la reliquia léxica ‘moro’ de la época colonial, empleada para aludir a personas indígenas a las que se considera no cristianas, como las de la propia comunidad anteriores a la conversión o las provenientes de Talamanca. Así, con esta palabra doña Paulina Leiva se refiere a un médico tradicional talamanqueño e incluso a un sitio deshabitado, en narraciones que ha documentado Miguel Ángel Quesada Pacheco en la década de 1990: «Ninguna clase de gente en esos tiempos había, en esos lugares. Esos lugares eran moros moros, completamente en esos tiempos»28..

En relación con la influencia de las lenguas de cada comunidad, con excepción del citado trabajo de Lininger, antes de la década del 2010 tan solo se publicaron menciones aisladas y listados de fenómenos, muchos de los cuales son caracterizados como posibles “interferencias” de los respectivos idiomas, sin mayor argumentación29. En los estudios más recientes se ha emprendido el análisis intentando no solo establecer su origen, sino también su frecuencia de aparición vinculada a la generación y la escolaridad de los hablantes, así como a su tipo de bilingüismo (por competencia, por edad de adquisición y por forma de adquisición).

Estos trabajos permiten empezar a comprender la especificidad de las variedades de español habladas por las distintas comunidades indígenas de Costa Rica y percatarnos de que no tiene sentido afirmar, genéricamente, que los «indígenas» del país hablan de determinada manera, todos igual, ni tampoco aseverar que todas las personas de un mismo grupo hablan del mismo modo, como si no existiera variación asociada con la generación, el grado de escolaridad, el tipo de bilingüismo y la biografía personal. Tomamos conciencia ahora de la pertinencia de analizar la continuidad y el arraigo intergeneracional de los rasgos lingüísticos particulares. También hemos aprendido que si hemos de atribuir influencia de la respectiva lengua indígena, hay que distinguir si esta es directa o indirecta. De ese modo, daremos con lo que Yaron Matras30 llama «replicación de material lingüístico», influjo directo por antonomasia. Por ejemplo, hallamos palabras de origen brunca o de origen malecu en conversaciones construidas básicamente en español. No entraremos aquí en la discusión de si se trata de préstamos consolidados o de fenómenos de cambio de código. Lo que nos interesa es señalar que en algunos casos se «importa» un vocablo de la respectiva lengua de la comunidad al español31.

Puede darse el caso de que los hablantes no estén conscientes del origen de esa palabra, cuando la lengua ancestral se encuentra en un estado de desplazamiento muy avanzado, quizás desde hace mucho tiempo. En estas situaciones, no hay diferencia entre esos préstamos léxicos solo presentes en el habla de las personas de una determinada comunidad indígena y los que se encuentran en el habla de la generalidad de los hispanocostarricenses. Así ocurre con los huetarismos, más abundantes en el habla de quienes habitan en antiguos enclaves huetares32. Tales vocablos no son reconocidos por estos individuos como algo distinto al repertorio léxico del español, su lengua materna. Un ejemplo es el de Inocenta Quirós, de San Gerardo de Parrita, quien narra que «allí había verduras, tacacos, pororas, verduras habían allí en La Cangreja». Tanto ‘tacaco’ como ‘porora’ son reconocidos como posibles huetarismos por Miguel Ángel Quesada Pacheco, pero el primero forma parte del caudal léxico del español hablado por la población costarricense no huetar, recogido por Carlos Gagini en su Diccionario de costarriqueñismos; el segundo —una variedad más amarga de tacaco, según Quesada Pacheco— parece solo usarse en los poblados huetares.

Más interesante para la comprensión de la dinámica bilingüe es la importación de material léxico de cuyo origen existe conciencia y es de uso deliberado, pues responde a un objetivo comunicativo en un contexto concreto. Muchas veces sobre todo se trata de que el hablante echa mano de todos los recursos lingüísticos del repertorio bilingüe del que dispone cuando interactúa con otras personas a quienes les reconoce la capacidad lingüística y cultural para participar en un discurso elaborado con material proveniente de las distintas lenguas involucradas, o bien al menos con la competencia suficiente como para entender una palabra de la lengua indígena de particular relevancia comunicativa dentro de un discurso por lo demás construido completamente en español. Un amigo malecu me comentaba sobre la muerte reciente de un familiar de esta manera: «Pero sí, aírre, vieras que…que he estado varios días así durillo y después con lo que pasó con… la prima que iritocúye…tuvimos que atender eso y ayudar a la familia». De entrada, emplea ‘aírre’, término común en malecu para mostrar camaradería entre hombres, traducible como ‘amigo’. Posteriormente, inserta otra palabra malecu: el verbo conjugado ‘iritocúye’ en lugar de ‘murió’. ¿Por qué? Posiblemente porque este verbo en malecu expresa la noción no solo de que alguien falleció, sino de que murió bien según las creencias tradicionales (fue una muerte natural, no por accidente), lo que implica además que la difunta se reunirá con sus familiares muertos y que fungirá como un ser protector para los vivos. Se puede apreciar que ‘iritocúye’ no equivale simplemente a ‘murió’.

Asimismo, se ha registrado replicación de reglas fonológicas y de patrones sintácticos, como las preguntas parciales sin inversión encontradas por Lininger33 en el español hablado por los bribris de Salitre y Cabagra y escuchadas por nosotros también en Talamanca: «¿Dónde usted vive?», «¿Cómo usted come?», «¿Cómo usted se llama?». Si las examinamos con detalle, se puede concluir que se trata de la replicación del orden sintáctico de este tipo de oraciones en bribri, con el adverbio interrogativo en primer lugar, seguido del elemento equiparable al sujeto de una oración del español y finalmente del verbo34: ¿Wé̱ be’ sè̱rke? ‘¿Dónde usted vive?’ (wé̱ ‘dónde’, be’ ‘usted’, sè̱rke ‘vive’).

Si bien esta importación directa de recursos o patrones lingüísticos resulta interesante, debe superarse la idea de que el resultado del contacto de lenguas debe manifestarse como importación de material de un idioma a otro. Por el contrario, ha de prestárseles mucha atención a los «cambios indirectos inducidos por contacto», en los que la lengua de cada población indígena puede incentivar, profundizar o marcar el rumbo de una innovación estructural en español a partir de la variación, la inestabilidad y las tendencias internas del cambio en este idioma, fomentando la reinterpretación y la reorganización de los recursos idiomáticos disponibles, tal y como lo ha defendido Azucena Palacios Alcaine en sus estudios acerca de los efectos del contacto entre el español y diversas lenguas indoamericanas35.

Al no tratarse de innovaciones en las que el influjo de la lengua indígena sea «transparente» y directo, como en la importación de material lingüístico o la replicación de reglas y patrones, para entender el fenómeno conviene analizar minuciosamente tanto la gramática de los idiomas implicados como la situación de variación y cambio en español. Esto supone tratar pormenores técnicos, comparar estructuras y examinar de qué forma se produce la innovación. Ocuparse con detalle de este tipo de fenómenos excede con creces este asunto ante ustedes hoy, así que tan solo citaremos brevemente un caso estudiado en Costa Rica dentro de este marco de la lingüística de contacto.

En el español de personas malecus y bruncas se dan construcciones oracionales híbridas con el pronombre de sujeto ‘usted’ y el verbo conjugado en voseo (o tuteo), o bien con combinaciones de pronombres de voseo y ustedeo, del tipo «usted tenés que bañarse» y «como te dije yo a usted». En sendos estudios al respecto36, se ha examinado cómo podría incidir la gramática de las lenguas indígenas en la aparición y desarrollo de esta innovación a la que hemos llamado “ustevoseo”, más allá de la simple alusión a que en las respectivas lenguas no existe una distinción morfosintáctica equivalente al contraste entre el voseo y el ustedeo. Se ha analizado asimismo de qué forma la inestabilidad del sistema gramatical-pragmático de las formas de tratamiento en las variedades del español costarricense ha servido como caldo de cultivo para dicha innovación. Esa inestabilidad se manifiesta en las frecuentes alternancias entre formas de voseo/tuteo y de ustedeo en una misma interacción, así como en las alternancias en un mismo enunciado, pero no en una misma oración, del tipo «Yo te había preguntado y usted me dijo que no» (forma documentada en una conversación entre amigos hispanocostarricenses). El ustevoseo resulta de aprovechar esta variación y llevar un paso más adelante el cambio hacia la alternancia de formas en una misma oración: «Yo te había preguntado a usted y usted me dijiste que no».

En vista de que encontramos el ustevoseo en hablantes malecus jóvenes, muchos de ellos con el español como lengua dominante o de plano monolingües o casi monolingües en español, así como en personas bruncas monolingües en español, claramente se entiende que no se trata de un fenómeno de adquisición en ciernes de este idioma, una especie de adquisición imperfecta, confusión o simple mezcla de formas por parte de un hablante no nativo de la lengua que no ha llegado a dominarla, sino de una innovación lingüística en marcha inducida por el contacto de lenguas a partir de la variación en el español regional. Tomando en cuenta, por consiguiente, los fenómenos producidos por el contacto de lenguas, así como los rasgos lingüísticos vinculados con los grupos hispanohablantes con los que las diversas poblaciones indígenas han llegado a mantener interacciones prolongadas en el tiempo, llegamos al reconocimiento de la compleja especificidad de sus variedades de español. Y su comprensión apenas comienza a esbozarse.

Por lo pronto, no podemos hablar siquiera de una sola variedad malecu, una sola variedad bribri, una sola variedad nove. Hay, cuando menos, que diferenciar los siguientes dos grupos en cada comunidad: hablantes que adquirieron el español como segunda lengua en edad adulta y de modo incidental, y hablantes que adquirieron el español a temprana edad en su proceso de socialización y en muchos casos con participación de la escuela. Habrá que considerar también si la lengua de la respectiva población se adquirió concomitantemente y qué competencia se desarrolló en esta. En suma, el español de las diversas poblaciones indígenas del país debe considerarse dentro del conjunto que conforma «el español de Costa Rica» por derecho propio, no como simples variedades imperfectas o de transición. Como suele ocurrir con las lenguas vivas, estas se encuentran en un proceso dinámico de constante cambio, por lo cual tiene poco sentido referirse a un rasgo como si fuera permanente y como si formara parte del habla de todos los miembros de cada pueblo. Antes bien, siempre habrá que seguirle la pista al devenir intergeneracional de los fenómenos, su vigencia o su caída en desuso37. (***)

Reflexión de cierre: ¿Y el registro escrito formal del español?

En un informe del estado de la educación en los territorios indígenas costarricenses, de 2012, su autor concluye, sobre las redacciones en español de niños bribris de quinto y sexto grado de dos poblados talamanqueños, que estas estaban escritas «con la estructura o sintaxis del bribri». Como prueba consignó los siguientes ejemplos: «La inundación comió tío mucho frío y enfermedad de lluvía que provoco charco que enposa en la casa y los barro se cumula entre la casa muerto de animales cayda de palo. Y las que dentro de la casa demi y los animalito se muere por el agua y los palo cay cerca de micasa y los huecos que así las lluvía»; «La inundación gresio los ríos, grande inundo calle tú vimo que salir de la casa porque el rio gresio Grandisimo. Fregando la calle y nosotros tu vimos que salir de la casa porque el domingo sobre hora de la Tarde lluvio dejo greser los rio notenia modo como vajar asi atardesio estú vimos triste y tú vimo a parte segura donde el rio no puede yegar Más. Pura maneser domingo se lleva las vota Mío Los Pollito y Los chancho»38

En realidad, no puede aducirse que estemos ante textos escritos con sintaxis de la lengua bribri, una especie de calco de la estructura de esta con palabras del español. A lo sumo, podrían señalarse algunas discordancias. Tampoco se trata de que se haya importado material lingüístico del bribri, como vocablos, o de que se estén transfiriendo reglas fonológicas de este idioma a la representación gráfica del español más que quizás en un caso. El problema central no consiste, entonces, en que estas redacciones muestren una variedad de español con abundante influencia del bribri. Hay que hacer hincapié en ello: no es así. Muestran, más bien, un proceso de adquisición y desarrollo del registro escrito del español que no ha contado con suficiente estímulo ni se ha gestionado de la mejor manera. Desde luego, esto debe ser motivo de preocupación; estos niños están a punto de finalizar su formación escolar sin haber alcanzado el nivel en las habilidades de producción escrita formal en español correspondiente al estadio que se esperaría para su grado de escolaridad. Sin embargo, no pueden atribuírsele al influjo de la lengua indígena más que unos pocos rasgos, los cuales apenas empezamos a comprender gracias a los recientes trabajos de análisis de la producción textual de estudiantes cabécares de secundaria39 y de universitarios bribris y cabécares40. Insistamos: la conclusión apunta a que el problema principalmente tiene que ver con la adquisición del español y con la metodología con la que este continúa enseñándose en poblaciones bilingües.

En forma paralela a este contexto de un sistema educativo que sigue en deuda, el desplazamiento de los idiomas indígenas de Costa Rica continúa acentuándose. Si la meta consiste en que estos, lejos de seguir perdiéndose, se fortalezcan y se recuperen, poco lograremos si no se robustece también la enseñanza de los registros formales de español necesarios para los procesos educativos y el mundo laboral, así como para desenvolverse en ámbitos judiciales, médicos y administrativos. Y que no se siga así culpando a las lenguas indígenas de lo que nunca han sido responsables.


  1. Discurso de incorporación leído el 25 de noviembre de 2021, por vía telemática, ante el pleno de la corporación.↩︎

  2. Miguel Salguero, 2 de abril de 1970. «Ticos auténticos…que no hablan español». La Nación, 2 de abril de 1970, p. 32.↩︎

  3. Sin autor, «Interesantes observaciones meteorológicas y agropecuarias en la región indígena de Chirripó». La Nación, 3 de setiembre de 1953, p. 24.↩︎

  4. Tito Acosta Corella, « Primer seminario de las escuelas indígenas verificado en Boruca el 6 y 7 de febrero de 1953», El Maestro II, n.o 14 (1953): 355-357.↩︎

  5. Carlos Sánchez Avendaño, «Situación sociolingüística de las lenguas minoritarias de Costa Rica y Censos Nacionales de Población 1927-2000: Vitalidad, desplazamiento y autoafiliación etnolingüística», Revista de Filología y Lingüística 35, n.o 2 (2009): 233-273.↩︎

  6. Carlos Sánchez Avendaño, «El papel de la escuela en el desplazamiento y en la conservación de la lengua malecu». Revista Educación 36, n.o 1 (2012): 25-43.↩︎

  7. Adolfo Constenla Umaña, «La diversidad lingüística de Costa Rica: Las lenguas indígenas». Revista de Filología y Lingüística 37, n.o 2 (2011): 93-106; Miguel Ángel Quesada Pacheco, Miguel Ángel, Historia de la lengua española en Costa Rica. (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2009).↩︎

  8. Hernán Zamora Elizondo, «Discurso de incorporación del nuevo académico», Boletín de la Academia Costarricense de la Lengua I, n.o 1 (1957): 131.↩︎

  9. Quesada Pacheco, Historia de la lengua española en Costa Rica.↩︎

  10. «¿Son ‘Costa Rica’ y ‘upe’ de origen huetar?». La Nación, 19 de marzo de 2017: https://www.nacion.com/viva/cultura/son-costa-rica-y-upe-de-origen-huetar/3QP23MXN2RFEJAKDTIATL3E5UE/story/↩︎

  11. Carla Jara Murillo, El español de Costa Rica según los ticos. Un estudio de lingüística popular (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2006), 12.↩︎

  12. Arturo Agüero Chaves, El español de Costa Rica (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica,2009), 100-101.↩︎

  13. Ver la «Presentación» a El español de Costa Rica, de Miguel Ángel Quesada Pacheco, pp. ix-xvii.↩︎

  14. Carlos Sánchez Avendaño, «Situación sociolingüística de las lenguas minoritarias de Costa Rica y Censos Nacionales de Población 1927-2000: Vitalidad, desplazamiento y autoafiliación etnolingüística». Revista de Filología y Lingüística 35, n.o 2 (2009): 233-272.↩︎

  15. Pablo Solano, «Los indios de Talamanca». Tradición oral indígena costarricense 1, n.o 2 (1983).↩︎

  16. Las partes marcadas en negrita en todos los ejemplos no son de los originales, sino destacados nuestros.↩︎

  17. José Segarra y Joaquín Juliá. 1907. Costa Rica (San José: Imprenta de Avelino Alsina, 1907).↩︎

  18. Cabe anotar que no todos los bribris de la crónica de Juliá hablan de esta manera.↩︎

  19. Segarra y Juliá, Costa Rica, 566-567.↩︎

  20. Karl Sapper, Viajes a varias partes de la República de Costa Rica 1899 y 1924 (San José: Imprenta Nacional, 1942).↩︎

  21. Armando Céspedes Marín, Crónicas de la visita oficial y diocesana al Guatuso (San José: Imprenta Lehmann, 1923), 71.↩︎

  22. Víctor Manuel Arroyo, El habla popular en la literatura costarricense. (San José: Universidad de Costa Rica, 1971).↩︎

  23. Autobiografías campesinas. Volumen ii. Cartago y Limón (Heredia. Editorial Universidad Nacional, 1979). El texto citado es la transcripción de fragmentos de cintas grabadas por María Eugenia Bozzoli, María de los Ángeles Moya y Gerardo Suárez.↩︎

  24. Lininger, Barbara, The Spanish of the Salitre-Cabragra Bribris: Internal composition (tesis doctoral, The Florida State University. 1991).↩︎

  25. Carlos Sánchez Avendaño, «El español hablado por los malecus: Caracterización general y reconocimiento como variedad particular». Káñina xl, n.o 1 (2016): 103-125.↩︎

  26. Tomo el término de Ileana Arias Corrales. 2020. La enseñanza del francés en el tercer ciclo de la educación general básica en Costa Rica: historiografía y variación lingüística en los manuales (tesis de maestría, Universidad de Costa Rica, 2020). Arias lo emplea para dar cuenta de fenómenos propios de las variedades de aprendices de una segunda lengua.↩︎

  27. Citado por Gavin Jones, Strange Talk. The Politics of Dialect Literature in Gilded Age America.(Los Angeles: University of California Press, 1999), 8. La cita original en inglés constituye la síntesis del pensamiento de Krapp según Jones. La traducción al español es mía.↩︎

  28. Miguel Ángel Quesada Pacheco, Historia de los Antiguos de Boruca. Div xasúj rójc ígui téc rójc (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1997).↩︎

  29. Vid. Miguel Ángel Quesada Pacheco, «América Central», en El español en América. Contactos lingüísticos en Hispanoamérica, coord. por Azucena Palacios Alcaine (Barcelona: Ariel, 2008), 57-75; Adolfo Constenla Umaña, «Algunos aspectos lingüísticos y socioculturales de la influencia de las lenguas indígenas en las variedades americanas del español», Boletín de la Academia Costarricense de la Lengua i, n.o 1 (2005): 65-86.↩︎

  30. Yaron Matras, Language Contact. (Cambridge: Cambridge University Press, 2009).↩︎

  31. Esta caracterización resulta imprecisa en lo que concierne a dar cuenta de cómo opera el hablante bilingüe aprovechando los recursos de su repertorio lingüístico total, pero sirve para los efectos de nuestra exposición.↩︎

  32. Miguel Ángel Quesada Pacheco, Los huetares: historia, lengua, etnografía y tradición oral. (Cartago: Editorial Tecnológica de Costa Rica, 1996).↩︎

  33. Barbara Lininger, The Spanish of the Salitre-Cabragra Bribris: Internal composition (tesis doctoral, The Florida State University. 1991).↩︎

  34. Es cierto que este tipo de estructura se ha documentado para variedades caribeñas del español, pero precisamente por eso resulta fundamental conocer la historia sociolingüística de una comunidad con el fin de poder descartar que se trate de una estructura adquirida de un grupo de hispanohablantes con el que se haya mantenido contacto prolongado. Hasta donde sabemos, esta construcción no se ha documentado para Costa Rica ni tampoco ha habido una situación de contacto intenso entre los bribris de Buenos Aires o de Talamanca con hispanohablantes que la empleen. Lininger aduce que este tipo de fenómenos no se encuentra en el español de las personas no bribris que viven en los territorios de la zona sur.↩︎

  35. Entre sus múltiples publicaciones, véanse: Azucena Palacios Alcaine, «Nuevas perspectivas en el estudio del cambio inducido por contacto: Hacia un modelo dinámico del contacto de lenguas». Lenguas Modernas 38 (2011): 17-36; Azucena Palacios Alcaine, «Contact-induced change and internal evolution. Spanish in contact with Amerindian Languages», en The Interplay of Variation and Change in Contact Settings, ed. Isabelle Léglise y Claudine Chamoreau, Claudine (Amsterdam: John Benjamins, 2013), 165-198. Nuestra caracterización de los cambios indirectos inducidos por contacto se basa precisamente en las propuestas de Palacios Alcaine.↩︎

  36. Carlos Sánchez Avendaño, «˝¿Podés creer usted?”: sobre las formas de tratamiento híbridas en el español de los malecus de Costa Rica», en Variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto, coord. por Azucena Palacios Alcaine (Madrid: Iberoamericana, 2017), 205-236; Nelson Pérez Rojas, Situación sociolingüística del pueblo brunca. ((tesis de maestría, Universidad de Costa Rica, 2018).↩︎

  37. Además de los trabajos mencionados sobre el ustevoseo, ya se cuenta con estudios pormenorizados de los sistemas de pronombres de complemento directo en el español de malecus: Carlos Sánchez Avendaño, «El sistema pronominal átono de tercera persona en el español hablado por los malecus de Costa Rica», Círculo de lingüística aplicada a la comunicación 61 (2015): 79-103; bruncas: Nelson Pérez Rojas, Situación sociolingüística del pueblo brunca (tesis de maestría, Universidad de Costa Rica, 2018) y noves: Rebeca Marín Esquivel, «El sistema pronominal átono de tercera persona de objeto directo en el español hablado por los guaymíes costarricenses», Revista de Filología y Lingüística 43, n.o 2 (2017): 145-166; de «discordancias» verbales y usos de ciertas preposiciones en el español de los malecus: Carlos Sánchez Avendaño, «Propiedades formales de codificación de participantes y cambios inducidos por contacto en el español hablado por los malecus, en Revista de Filología y Lingüística 41, n.o 2 (2015): 163-187; y de algunos fenómenos fonológicos y gramaticales en el habla de los bribris del cantón de Buenos Aires: Barbara Lininger, The Spanish of the Salitre-Cabragra Bribris: Internal composition. (tesis doctoral, The Florida State University, 1991).↩︎

  38. Carlos Borge, Cuarto Informe del Estado de la Educación. Informe final: Costa Rica: estado de la educación en territorios indígenas (San José: Consejo Nacional de Rectores, 2012), 34.↩︎

  39. Peirano Cisterna, Claudia. 2020. Diagnóstico de la redacción en español de estudiantes cabécares en relación con la enseñanza de la escritura según el Programa de Estudios de Español del MEP, para el análisis de sus habilidades de escritura con el fin de determinar metodologías para el mejoramiento de la producción escrita en el Liceo Rural de Kabebata. Tesis de Licenciatura en Enseñanza del Castellano y la Literatura, Universidad de Costa Rica.↩︎

  40. Serrato Pineda, Luis. 2017. Propuesta didáctica para el tratamiento de fenómenos gramaticales propios de la variedad de español de estudiantes universitarios bribris y cabécares en la escritura. Tesis de Maestría en Español como Segunda Lengua, Universidad de Costa Rica.↩︎